sábado, 14 de diciembre de 2013

El atornillado

Estimado lector,

El miércoles me encontraba en el Jockey Club de San Miguel de Tucumán cuando, complacido, atestigüé la manifestación masiva que se gestó en contra de José Alperovich. Por supuesto que yo, debido a mi conciencia cívica, no me privé de sumarme a la multitud que protestaba. Lo que pude percibir es que esa concentración humana se trataba de una pluralidad unida: había conservadores y progresistas, ultraizquierdistas y ultraderechistas, ricos y pobres, jóvenes y viejos, en fin, en la Plaza Independencia el miércoles se vio a toda clase de tucumanos unidos por la lucha en contra de la tiranía más nefasta en la historia de la provincia.

Ciertamente el cachetazo popular obliga a Alperovich a bajarse del camello. Pero el Sultán aún no lo ha hecho. Y es difícil decir si en definitiva lo va a hacer, o si, por el contrario, mantendrá su actitud negacionista y escurridiza hasta que algún nuevo acontecimiento le sirva como cortina de humo. Conociéndolo, lo más probable es que ocurra lo segundo. Lamentablemente para nosotros.  

Hasta ahora el único cambio que Alperovich ha efectivizado es el del Jefe de la Policía; el Ministro de Seguridad Ciudadana, Jorge Gassenbauer, sigue cómodo en su sillón –“atornillado”, como se dice en la jerga popular–, pese a tener una enorme  responsabilidad en haber permitido que en Tucumán proliferen las trincheras y las barricadas. Es que Gassenbauer es parte de la mesa de decisiones del Gobernador, por lo que no sólo es uno de la etnia sino que también es uno de “la familia”. Expulsar a ese incompetente del cargo sería como darse un puntapié a si mismo.

Gassenbauer llegó a su puesto el año pasado, después de que un grupo de jueces correctamente evitó hacer la voluntad de Susana Trimarco y, desmadrada, la señora de los subsidios multimillonarios embistió contra el Gobernador invocando a Cristina Kirchner (que todavía en ese entonces no se había consagrado como la mejor intérprete de la danza macabra, tal y como a la vista de todos lo hizo sin pudor alguno recientemente en la "Fiesta de la Democracia"); Alperovich, buscando evitar la pérdida de madrinazgo, acordó descabezar al Ministerio de Seguridad Ciudadana para tener un chivo expiatorio, y allí apareció Gassenbauer como sustituto. La ocupación de esa cartera ministerial por parte de este sujeto hacía suponer que se venía una reestructuración en el ámbito policial, ya que, como indiqué, a primera vista Gassenbauer equivale a Alperovich, y es probable que el jinete de dromedarios –que conoce muy bien el asunto de poner prestadores de nombres para ocuparse de los asuntos propios– no juegue a la ruleta rusa con su propia imagen. Un año después comprobamos que la reestructuración no ocurrió y que el Zar se pegó un tiro a si mismo.

Lo más reprochable del “manejo” de la protesta policial que hizo Alperovich fue su rapidez para vaciar las concesionarias de autos de su familia el día lunes, mientras le decía a la prensa que estaba por solucionar el inconveniente del acuartelamiento. Eso demuestra cuan ruin y miserable es este empresario devenido Gobernador. Por supuesto que, a fin de evitar el pánico, no le correspondía anunciar que el malón iba a avanzar por la ciudad, pero si su sospecha o certeza era que el caos se estaba avecinando, lo más lógico hubiese sido que use sus habilidades de negociador (habilidades que debe tener bien cultivadas) para impedir que decenas de comercios fuesen saqueados y que unos pobres infelices muriesen en el intento, evitando con ello además que miles de familias se vean presas del terror. Pero no lo hizo. Por ello, tras la manifestación del miércoles, la gente optó por ir a manifestarse directamente ante el frente de su residencia. Esto ya no es un tema político sino una cuestión personal. 
  
Lo más triste de todo este asunto es que Alperovich, en lugar de asumir la responsabilidad como hizo en Jujuy su paisano Eduardo Fellner, apuntó en contra de otros. Primero dijo que la policía disidente era la culpable de los saqueos (y por eso empezaron a publicitar la persecución contra un grupo de agentes del orden de mala traza) y después señaló a políticos y sindicalistas opositores como los artífices de la reacción ciudadana en su contra (con el propósito de crear sentimientos encontrados en un pueblo que pide a gritos su destitución).

Ciego, sordo y mudo, Alperovich repone los cientos de autos en su concesionaria mientras la tempestad sacude a la provincia de un lado al otro. El sillón del ilustre Lucas Córdoba le ha quedado grande, y, en lugar de bajarse para que otro lo ocupe, sólo atina a atornillarse al mismo.



César Thames

martes, 10 de diciembre de 2013

Vuelva General

Apreciado lector,

Hoy, 10 de diciembre de 2013, se cumplen treinta años desde que un opaco hombrecillo se puso una banda presidencial e inauguró lo que la historiografía ha dado en llamar “la Democracia”. Tres décadas de caos económico, tres décadas de resquebrajamiento del tejido social, tres décadas de subversión cultural, en fin, tres décadas de demagogia es lo que nos toca hoy ¿celebrar? ¿conmemorar? ¿lamentar?

Personalmente el 10 de diciembre es un día más en mi calendario: no me alegra ni me entristece. Mi santoral indica que hoy es la festividad de Nuestra Señora de Loreto, una advocación mariana que nació en el siglo XIII cuando un grupo de ángeles trasladó la casa de la Virgen María a Europa para evitar que los sarracenos en Tierra Santa la profanaran. Casualmente ayer por la tarde pensaba en lo oportuno que sería contar con un cortejo de ángeles que me facilitase mi mudanza para dejar estas barbarizadas tierras del Tucumán y me llevasen hacia donde reina la civilización. Es que, como a muchos de mis compatriotas, me tocó padecer la inquietud de verme atacado por un malón.

En efecto, ayer fue un día lleno de tribulaciones. Durante horas los originarios tomaron las calles de San Miguel de Tucumán y Nueva Tierra de Promisión para delinquir sin el temor a ser reprimidos por la fuerza policial acuartelada. Un enjambre de motocicletas recorrió la ciudad causando pánico en la gente, especialmente en aquellos desafortunados propietarios de comercios (se salvaron, sin embargo, los sindicatos, las fundaciones de lucha contra la trata de persona, las concesionarias de autos, las viviendas de los políticos y otros lugares que hubiesen significado provechosos botines para la delincuencia). La gran mayoría de esos “ilustres” seres de piel bronceada y cabellos duros que delinquían del mismo modo en que alguna vez lo hicieran sus antepasados eran jóvenes, gente nacida en los años en que aquel pelele que cité al principio gobernaba, o arrojados a la vida durante la década en que un mercachifle árabe creyó poder devenir Sultán de mi amada Argentina. Los hijos de “la Democracia” le prepararon la fiesta de aniversario a su madre de la mejor forma en que saben hacerlo: mancillándola.

Es que estos obscuros jamás han entendido lo que es la democracia, porque nunca han tenido la oportunidad de experimentarla. Y estos últimos treinta años, en lugar de funcionar como escuela para la originada, sólo han servido para arrebatarles la instrucción cívica y la dignidad ciudadana, convirtiéndolos, primero, en aquella masa salvaje que un General –Juan Domingo Perón– supo manipular para construir un poder que violenta las instituciones republicanas, y transformándolos después en aquella turba bruta que otro General –Julio Argentino Roca– supo domesticar a través de las armas.  

Sin embargo no son esos Generales los que la patria hoy en día necesita. Creo yo que, más bien, el General que a la Argentina le urge convocar viste un hábito negro y responde al nombre de “Ignacio de Loyola”. Evidentemente quien puede traer ese liderazgo a nuestras tierras es su discípulo que oficia de Obispo de Roma. Ante tanta conflictividad social una voz pacificadora como la del Papa Francisco es lo que Argentina requiere. También sería bueno que fuesen reconstituidas las viejas misiones jesuíticas que pululaban por estas tierras antes de la Pragmática Sanción de 1767, ya que, sin ellas, “el Braian”, “la Yamila” y los demás “incluidos” del kirchnerismo se vuelven en contra del orden social que los ampara y desintegran al Relato que los celebra sólo por un televisor nuevo y una cuantas botellas de vino azul.



César Thames

sábado, 14 de septiembre de 2013

Un monte Taigeto para Griselda Barale

Pesando en el Bicentenario de la Independencia Nacional, el gobierno municipal tucumano comenzó a desarrollar una serie de obras para reacondicionar algunos espacios públicos en los que se conmemora y glorifica nuestro pasado común. Entre esas obras está la “Avenida de los Próceres”, que es el nombre que reciben un conjunto de estatuas ubicadas en el Parque 9 de Julio, sobre la vereda que acompaña a la Avenida Alberto Soldati: Nicolás Avellaneda es quien comienza la serie, y Julio Argentino Roca es quien la concluye, dejando que entre medio de uno y otro presidente tucumano se ubiquen Juan Bautista Alberdi, Gregorio Aráoz de Lamadrid, Ildefonso de las Muñecas y varios otros.  

Pues bien, sucede que Griselda Barale –aparentemente una profesora de Estética en la Universidad Nacional de Tucumán– tuvo los bríos de proponer que dichos monumentos sean vandalizados. Justifica semejante insolencia para ella el hecho de que la mayor parte de las esculturas fueron realizadas en la década de 1970, cuando el General Antonio Domingo Bussi era Gobernador, por lo que, según su opinión, tendrían un origen que conviene despreciar (como si fuese necesario hoy, a más de 35 años de aquellos sucesos, rechazar un estilo de administración de los destinos del país cuyo retorno se ha vuelto urgente). Además –agrega Barale– las estatuas son de mala calidad, “desproporcionadas, feas y mal terminadas”, pues, según cuenta la leyenda, los artesanos que las hicieron tuvieron poco tiempo para concluirlas.

A la tal Barale le molesta que los monumentos sean de inspiración nacionalista y que hayan sido sugeridos por una “mentalidad del siglo XIX”. Entonces todo ello sería excusa suficiente para dejar que algún mentecato manche con su mediocridad la pulcra memoria de los grandes hombres que ha dado la provincia, exhumando la subversión cultural que, precisamente, esas estatuas tienen por objeto sepultar. ¡Pobres prohombres del Tucumán! ¡Se sacrificaron por la patria sólo para que un opaco hombrecillo o una obscura mujercilla pueda demostrar lo poco que entiende sobre lo Bello y lo Verdadero! ¡Perdonaos por la miopía, vosotros, gloriosos espíritus tucumanos!

Lo más penoso de esta profesora parlanchina es que no se priva de proponer también que, en caso de no prosperar su incitación al infantilismo, directamente habría que quitar las estatuas y hacerlas desaparecer, como quien captura a alguien por la calle y lo aniquila sin mostrar después el cadáver.

De más está decir que repudiamos con total vehemencia a la promoción de semejante salvajismo en nombre del Arte. Con ese criterio tan estúpido de eliminar o banalizar algo que constituye nuestro espacio cultural común sólo por el hecho de que no nos satisface ni estética ni ideológicamente, entonces –al igual que aquellos paganos que nunca vieron una Cruz– habría que arrojar a miles desde la cima del monte Taigeto, a miles incluyéndola a Barale.

domingo, 8 de septiembre de 2013

Sarita Alperovich (ebria) conducción

Querido lector,

El mundo contemporáneo está lleno de jóvenes brillantes y talentosos que son capaces de producir un futuro próspero para la humanidad. Lamentablemente esos jóvenes suelen ser opacados por otros que, sin una pizca de inteligencia, habilidad o astucia, consiguen puestos importantes por ser los hijos de quienes son. Yo, por supuesto, no estoy en contra de las dinastías y de los linajes, pero lo único que les exijo a las mismas para obsequiarles mi respeto es que sean nobles, vale decir la virtud no se hereda sino que se fabrica generación a generación, por tanto si ya se cuenta con un nombre y un honor que defender, más ardua resulta la tarea de educar a la descendencia.  

Ahora bien, cuando alguien no ha hecho nada para cultivar el espíritu de grandeza en uno, entonces poco le puede demandar a los hijos. Por tanto si uno toma de un lado a un banquero inútil y mediócrata frustrado que, gracias a la fortuna familiar y a la vergonzosa falta de convicciones, terminó consiguiendo un trono menor en un acuerdo con una banda de maleantes, y lo cruza con una mujercilla de neuronas perezosas y boca ponzoñosa, tendrá como resultado a una niña ambiciosa pero sin viveza para abrirse camino, típica hija de dos carenciados morales.

La heredera, hace unas horas, mostró su intimidad: detenida en su automóvil por unos uniformados, Sarita se encontraba vapuleada por el alcohol. El buen Baco la atrapó y el funcionario que le realizó el examen de alcoholemia no la dejó ir. La muy irresponsable apenas y podía mantenerse en pie, y aun así optó por retornar a su casa conduciendo ella misma. ¡Quien sabe cuantos tucumanos salvaron su vida milagrosamente del embiste del auto ebrio de la hija del Gobernador!

Este episodio que no sólo aconteció sino que fue difundido por la prensa para el regocijo de los ciudadanos decentes genera una pregunta: ¿está acabada la carrera política de la pequeña energúmena? Creo que, hoy, es difícil responder eso.

Atrás en el tiempo, Sarita Alperovich se convirtió en blanco de denuncias por discrecionalidad cuando se supo que, mes a mes, factura varios millones de pesos por trabajar como dentista para el PAMI: no se sabe bien si le extrae muelas a los ancianos o petróleo a las tierras del país. Poco tiempo después, esta millonaria artista de la curación de caries comenzó a “militar” intensamente a favor de sus padres.

Aquí es necesario abrir un paréntesis para hablar acerca de la mentada “militancia”. La “militancia” es en la actualidad el disfraz para justificar el fanatismo que llena billeteras. Como todavía no está bien visto que a alguien se le engorde la cuenta bancaria sólo por transcurrir horas navegando en las redes sociales de Internet, entonces los oportunistas sienten la necesidad de “militar” para tener algo con que responderles a todos aquellos que les recuerdan que no son más que parásitos perturbando el progreso del país. Concretamente, para “militar” hace falta conseguir un grupo de pobres lo más dócil posible (los niños son ideales para esto), un puntero de un partido político destinado a mantener el orden de la manada, un conjunto abundante de dádivas de poca calidad para serles regaladas a los afortunados, unas cuantas horas libres y, claro, una cámara de fotos o una filmadora para registrar debidamente el evento, pues, de hecho, ello es lo más importante del acto de “militar”. Una vez que se tienen todos los elementos, se ejerce la demagogia durante unos momentos y luego, cuando el material foto y filmográfico ya ha sido ubicado en la Internet, se informa a la comunidad que la “militancia” ha sido servida -esto es que un grupillo de chupópteros que aspiran a convertirse en chupópteros de renombre han “caminado un barrio” para “conocer las necesidades de la gente” y “brindarle ayuda social a los vecinos”. Sarita, la hija de José Alperovich y Beatriz Rojkés, se dedicaba a eso cuando no estaba firmando recibos enviados por los contadores del PAMI: ella era una “militante”.

¿Acaso un “militante” no puede emborracharse y zigzaguear velozmente con una tonelada de acero por una ciudad de noche? ¿Acaso no puede alguien que quiere servir a la gente poner en peligro a unas cuantas vidas tras una velada animada por el alcohol? ¿Acaso la hija de un Gobernador y de una Senadora Nacional tiene que mantener la compostura para que los frutos no den a conocer el árbol? ¿Acaso todo ello es excusa suficiente para que Sarita Alperovich renuncie a sus intentos de obtener fueros parlamentarios en 2015?


César Thames

viernes, 30 de agosto de 2013

¿Fue la ola de inseguridad en Tafí del Valle parte de un ritual?

Entre abril y julio de este año hubo una ola de robos a viviendas en la pacífica localidad de Tafí del Valle. Ello generó verdadero pánico tanto entre la gente que habita en esa ciudad como en aquellos que poseen casas de veraneo. Lo curioso del caso fue que, a principios de agosto, a una parte del botín la hallaron enterrada.

El Padre B., uno de los hombres más sabios que he conocido en toda mi vida, tiene una interesante hipótesis acerca del asunto.

– ¿Para usted los robos en Tafí del Valle ocultan algo?

– Tal cual. Yo sospecho que es algo esotérico. Para mi a esos robos los perpetraron para poder llevar a cabo un ritual.

– ¿Por qué sostiene eso?

– Por la situación en si. Fíjese: durante varios meses un grupo de delincuentes se dedicó a robar casas en Tafí del Valle; en la volteada cayó todo el mundo, incluso gente del gobierno (la prensa contó que uno de los robados fue el Senador Sergio Mansilla); un tiempo después encuentran que buena parte del botín estaba enterrado. ¿Los ladrones robaron para ocultar lo sustraído? No tiene mucho sentido.

– Quizás estaban acopiando el botín para sacarlo de la ciudad a medida que iban consiguiendo compradores, quizás el pozo era un aguantadero.

– Recuerde que en esa zona es normal que nieve, ¿aún así usted dejaría electrodomésticos y otros objetos sensibles en medio del frío taficeño? Se le filtra el agua y le inutiliza todo. Entonces o eran los ladrones más estúpidos del mundo, o enterraron lo robado por otro motivo.

– ¿Y cual es ese motivo? ¿El ritual que usted dice? ¿Qué tipo de ritual?

– Yo creo que se trata de un ritual vinculado a la creencia pagana de la Pachamama. El primer día de agosto, la gente que vive en la zona de los Andes que pertenecían al imperio de los Incas tiene la costumbre de hacer algo llamado “la corpachada”, que consiste en arrojar dentro de un pozo diversas cosas a manera de ofrenda a la “Madre Tierra”. Principalmente se arrojan alimentos, pero se puede arrojar cualquier cosa: joyas, indumentaria, utensilios, armas, incluso personas en sacrificio, cualquier cosa sirve y, por supuesto, tienen diversos significados.

– ¿Entonces los ladrones de Tafí del Valle serían una banda de “pachamamistas” que estaban cumpliendo con algún tipo de ritual religioso?

– No creo que sea exactamente así. La policía capturó a ocho personajes: siete ladronzuelos que viven en esa localidad, y un bandido de larga trayectoria proveniente de Alderetes. Los taficeños apresados confesaron que había más gente involucrada en el asunto (recuérdese que en algunos casos se identificaron entre los malvivientes a hombres que tenían un excelente manejo de armas largas y una gran capacidad para dar órdenes y controlar situaciones), pero el sujeto de Alderetes, el más prontuariado de todos, mantiene un silencio absoluto hasta el día de hoy.

– ¿Esa otra gente involucrada serían los autores intelectuales de los robos?

– Sí, es lo que pienso: un grupo de gente poderosa, es decir un clan que controla la provincia, le pagó a alguien para que arme una banda de ladrones que tome pertenencias de gente que le es hostil o que no le es ciento por ciento leal (no al punto de poder mostrarle abiertamente sus extrañas creencias) y las ofrende a la Pachamama. Es un ritual típico para, supuestamente, “acrecentar el poder” con el apoyo de la diosa madre, porque no nos olvidemos que la policía dijo que entre los televisores, las radios y la ropa habían alimentos arrojados en el suelo. No me extraña que esta gente, y usted sabe bien de quienes hablo, haga este tipo de cosas. Ellos creen en ese tipo de superstición, y para alguien así siempre les conviene contar con la protección extra a no hacerlo, sobre todo si se está caminando sobre la cuerda floja como ellos.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Un frustrado Rothschild

Estimado lector,

Hoy vi un camello en Capital Federal. No se trataba de una visita sorpresa de los Reyes Magos, sino de la evocación de dos personajes que se creen monarcas y cuya única capacidad mágica aparente es la capacidad de acrecentar exorbitantemente su patrimonio sin que la Justicia perciba a ello como delictivo. Allí iban por las calles porteñas el matrimonio Alperovich, acompañados por la gente de la Asociación Bancaria.

El conflicto, como todos saben, empezó cuando el Gobernador dispuso que el popular rufián Armando Cortalezzi se convirtiese en interventor de la Caja Popular de Ahorros, el banco que administra el Estado provincial. Cortalezzi, casi como uno de los miembros de la Cosa Nostra, implementó una serie de medidas para apoderarse de la entidad sin concederles nada a los que hasta ese momento la controlaban. Desde entonces el enfrentamiento entre el gobierno provincial y el sindicato de banqueros ha ido creciendo y ramificándose. La gente de la Bancaria puso dinero para reavivar la Causa Lebbos, para fiscalizar las elecciones de este año y para paralizar la actividad de los bancos de todo el país a favor de sus reclamos.

La contraofensiva alperovichista ha sido lamentable: cuando hubo elecciones en el gremio pusieron un candidato que contaba con su auspicio, pero aún así perdió por paliza frente al candidato promovido por los empleados bancarios.

José Alperovich siempre tuvo dos sueños: controlar los medios de comunicación y vivir de la usura. Así fue como llegó a ser Director de Canal 10 gracias a su militancia en la UCR (la Universidad Nacional de Tucumán, dueña del canal, era gobernada en aquel entonces por el ucerismo), pero salió eyectado por incompetente. Después probó suerte con un banco, el infame Banco Noar, en el que también estaban los hoy funcionarios Carlos Rojkés y Jorge Gassenbauer. En los años en que dirigió esa entidad, Alperovich cometió toda clase de ilícitos como la estafa, el abuso de autoridad y la licuación de acciones. En 1994, el Banco Noar se fusionó con el Banco Mayo –el de Rubén Beraja– y un tiempo después se produjo la quiebra fraudulenta.    

En la actualidad, tras una década de gobernar Tucumán, Alperovich ha logrado que la mitad de los medios de comunicación tucumanos sean serviles a su régimen, y que la otra mitad lo trate con lenidad. De todos modos eso no equivale a haberse convertido en el magnate de las comunicaciones que pretendía ser. Y mandar a matones de antecedentes prostibularios a copar un banco tampoco lo convierten en el respetado hombre de finanzas que se imaginaba que algún día sería.

El deseo de Alperovich de convertirse en un Rothschild está muy lejos de realizarse. Es más real, en cambio, una habitación con una ventana cubierta por una reja y un traje a rayas.



César Thames

jueves, 8 de agosto de 2013

Las víctimas

Amigo lector,

Durante estos últimos diez años hemos visto como el gobierno de los Alperovich se desfiguraba hasta convertirse en una versión ligera de la tiranía que un cabo austriaco supo ejercer en la Europa del siglo pasado. Lo más lamentable de todo este proceso ha sido observar como el clan hebreo verticalizó a la provincia en torno suyo.

La ideología del camaleónico Alperovich es el oportunismo: en veinte años fue radical usurero, bussista servil, duhaldista ambicioso y kirchnerista militante; su piel es del color del tiempo. A la oposición la dividió hasta reinar, y al Partido Justicialista lo convirtió en una empresa familiar dirigida por su esposa en el rol de Dama de la Esperanza, eliminando con ello toda voz de disidencia relevante.   

El Poder Judicial tampoco ha sido obstáculo para Alperovich, quien –conociendo la experiencia de Esteban Jerez en sus años de Fiscal Anticorrupción durante el gobierno de Miranda– llenó los juzgados de juristas mediocres pero afines a él, y persiguió o aisló al resto de los que no querían someterse a sus excesos.

Los sindicatos (y su versión desnutrida y chagásica, o sea los piqueteros) han doblado sus rodillas ante “Camello” Alperovich. Sólo los gremios de docentes, de médicos, de bancarios y de policías, vale decir las cuatro profesiones que menos deberían procurar desarrollar actividades sindicales por el bien de la sociedad a su cargo, han inquietado mínimamente al Tirano. Las asociaciones de consumidores no han podido tampoco triunfar en sus intentos por salvar a los bolsillos hogareños de la rapacidad de los transportistas, de la de los supermercadistas y de la de los concesionarios de servicios públicos.

Como un Perro Familiar, Alperovich aplastó a los productores rurales, preocupado siempre en buscar la manera de duplicar a nivel provincial a la política en contra del campo que impulsa el gobierno kirchnerista a nivel nacional. Los ambientalistas, pese al ecocidio diario que se atestigua en Tucumán, no han logrado llamar la atención de la población adormecida.

Sectores otrora críticos como los estudiantes o los académicos no buscan en la actualidad siquiera una excusa para enfrentarse a la tiranía. Y desde el ámbito cultural la reacción más extendida en contra de Alperovich ha sido el más chabacano escapismo.

La Santa Iglesia Católica Apostólica Romana tuvo allá lejos y hace tiempo los bríos suficientes para velar por la Constitución Provincial, cuando, por ejemplo, Monseñor Luís Villalba sostuvo que un judío no podía ser gobernador en una provincia que exigía a los católicos ejercer ese puesto. Eran épocas en que la dictadura de la “corrección política” todavía no era más que el murmullo de unos cuantos marginales. Alperovich, como una serpiente en la sombra, hizo caso omiso a la prohibición constitucional, y terminó desquitándose contra esa obra maestra del constitucionalismo nacional y hasta contra nuestra bandera.

Y los Alperovich tampoco tuvieron en la prensa, en el mentado “cuarto poder”, a un objetor poderoso. Algunos periodistas han logrado agitar las aguas, pero sus intentos de llegar lejos con esa actitud se han diluido muy rápido, gracias a las prebendas o a los aprietes de las fuerzas gubernamentales. De todos modos la culpa del fracaso de una prensa independiente en Tucumán no es entera responsabilidad de los periodistas, sino que más bien los autores de esta situación son los dueños de los medios de comunicación de la provincia.

Sin embargo algo cambió en este aspecto últimamente: Alberto Lebbos, el padre de la asesinada Paulina, empezó a conseguir micrófonos poderosos como los de Jorge Lanata. Ello generó conmoción en el clan, porque Lanata es escuchado por más de la mitad del país. Incluso en la ceremonia de entrega de los premios Martín Fierro, el periodista porteño mencionó al gobernante tucumano.

El propio José Alperovich, en respuesta a la embestida de Lanata, declaró que él es el gobernador tucumano que más ataques de prensa ha sufrido en la historia, agregando que, intolerantemente, lo critican por haber engendrado a un homicida y por vacacionar obscenamente en el desierto para sentirse un Sultán.  

La Senadora Beatriz Rojkés de Alperovich, Madre y Odalisca, habló sobre una operación mediática tan escandalosa para difundir infamias y mentiras que hasta se meten con su familia, la misma familia a la que ella y su marido le garantizaron una enorme cantidad de cargos públicos electivos y puestos de funcionarios en el Estado, sin contar con los incontables negociados financieros que con dinero de todos hicieron para favorecer a los empresarios del clan (Carlos Rojkés, Sara Alperovich, Leonardo Elgart, Naum Alperovich y un largo etcétera que incluye una multitud de nombres hebreos).

Según la opinión de los Alperovich, ellos son las víctimas del asesinato de Paulina Lebbos. Desde hace siete largos años, la Justicia ha entorpecido la investigación para llegar al día de hoy y ayudar a la prensa destituyente a que pierdan una elección. Al final resultó ser todo una conspiración para acabar con una familia de “patriotas” tucumanos. ¡Quien lo diría!



César Thames 

viernes, 2 de agosto de 2013

A propósito de los hermanos Bussi

Los hijos de Antonio Domingo Bussi han dilapidado el capital político que heredaron de su padre. Ello no ocurrió solamente por el agravio progresivo que sufrió la figura del General desde que le fuese usurpada la intendencia capitalina en 2003, sino también porque ninguno de los dos hermanos pudieron articular un discurso político que sedujese a sectores específicos de los votantes tucumanos.

Tanto Ricardo como José Luís Bussi trataron en estos últimos diez años de jugar como políticos convencionales. Sin embargo los momentos en los que han conseguido mayor adhesión popular están vinculados a los episodios en los que han actuado como políticos radicalizados. Es que los hermanos Bussi pueden hacer algo que a casi todos los demás políticos de hoy en día les está vedado: vindicar el Proceso de Reorganización Nacional.

Aquel famoso periodo de la historia reciente de la Argentina no fue ni excepcionalmente bueno ni fue tampoco excepcionalmente malo. En materia económica, el Proceso de Reorganización Nacional logró estabilizar al país tras el Rodrigazo, pero no tardó en desbarrancarse culpa de los banqueros codiciosos. En materia política, sucedió algo similar: se logró ponerle fin a un gobierno peronista impopularizado, pero no se avanzó en la creación de una propuesta política novedosa. Culturalmente, el Proceso de Reorganización Nacional consiguió insuflarle a la gente cierto sentimiento patriótico colectivo, al que la derrota en la Guerra de Malvinas, empero, finalmente devaluó. Y desde el punto de vista social, entre 1976 y 1983, pese a toda la obra pública ejecutada, no se produjeron grandes avances en el desarrollo humano, ni tampoco hubo un duro golpe en contra del bienestar general.

¿Entonces que es lo vindicable del Proceso de Reorganización Nacional? Su simbolismo. En efecto, durante la década de 1980, pasado el Juicio a las Juntas, los procesistas eran vistos por la gente de todo el país como la alternativa “productiva” ante un radicalismo marxistoide que imponía el divorcio y otras aberraciones y un peronismo huelguista que buscaba desalojar a la UCR y volver a algo parecido al periodo isabelista; después, en los años del menemato, juiciosamente se les levantó la proscripción a todos y se les permitió a los procesistas asimilarse a la fauna política argentina, poniéndose así en evidencia que ninguno de ellos era realmente un proyecto superador; sin embargo fue la década de 2000 la que vio al procesismo diabolizarse paulatinamente hasta devenir la encarnación del mal absoluto en el imaginario hegemónico contemporáneo.

En la actualidad el Proceso de Reorganización Nacional –o la “Dictadura”, como vulgarmente se lo llama– es una grotesca ficción basada en hechos reales e irreales, cuyo público son ante todo los niños. Ciertamente, quien vivió esa época sabe lo que ocurrió y recuerda cómo era el clima cotidiano, por lo que difícilmente al ver la caricatura de un militar con ojos rojos y cuernos en la pantalla de Paka Paka esa persona sienta algo más que vergüenza ajena, ¿pero que hay de los más jóvenes? A ellos les están imponiendo una patente mentira que ni el propio kirchnerismo puede sostener. El caso de César Milani es la prueba: cuando Estela de Carlotto declara públicamente que lo que la Conadep hizo hace casi 30 años atrás no es enteramente acertado, ella misma está reintroduciéndole realidad a algo a lo que se la habían extirpado por conveniencia. Es decir una cosa es que Alicia Kirchner guarde un sepulcral silencio sobre su trabajo como funcionaria procesista, pero otra cosa completamente distinta es que a un acusado ya no de colaborar sino de haber cometido crímenes de lesa humanidad se lo intente defender a capa y espada. El gesto cicatrizante de Néstor Kirchner de bajar el cuadro del General Jorge Rafael Videla de una pared del Colegio Militar queda anulado con este gesto comezonante de Cristina Kirchner de colocar el cuadro de César Milani en el mismo lugar.

En este escenario los hermanos Bussi, inevitablemente ligados al Proceso de Reorganización Nacional por portación de apellido y por apego espiritual a su padre, persisten en su estrategia de desligarse de la ficción que el pensamiento hegemónico construyó, por lo que son percibidos por la gran mayoría como ellos mismos se presentan: dos ciudadanos argentinos más, indignados por la inflación que castiga los bolsillos, la inseguridad que somete a los honestos y la impunidad de la que gozan los corruptos. Pero cuando Ricardo Bussi chicanea a Milani, o cuando José Luís Bussi pide la creación de un ferrocarril subterráneo que colabore con la huída de los perseguidos por la venganza montonera, estos hombres se recortan del fondo.

La posibilidad del resurgimiento del bussismo se encuentra en un camino que los Bussi se han negado a transitar: atreverse a jugar políticamente a la política. Si los hermanos aspiraran a ser algo más que dos meros burócratas, podrían llegar a conseguir algo de la mística que no heredaron de su padre. Pero no lo hacen. En lugar de estar encabezando una (necesaria) guerra contra el Inadi, en lugar de estar nalgueando a los neoimberbes de La Cámpora, en lugar de estar custodiando que no se tergiverse la memoria de los heroicos participantes del Operativo Independencia, en lugar de estar a la par de los familiares de los procesados en la Megacausa, Ricardo y José Luís Bussi se dedican a sobrevivir vaya uno a saber exactamente cómo en un ambiente que ya los ha expulsado, pero no por ser quienes son, sino justamente por negarse a ello.    

miércoles, 31 de julio de 2013

El video prohibido de Beatriz Rojkés y José Alperovich

Estimado lector,

Si usted está interesado en ver lo que el título promete le aviso que no encontrará ello aquí. El encabezado era sólo un engaño publicitario, por lo que pido disculpas. De cualquier manera si usted desea realmente apreciar un espectáculo tan tétrico como un episodio amatorio entre esos dos personajes le aconsejo que visite a un psiquiatra, pues el interés por lo abyecto es síntoma de peligrosas psicopatologías.

Sobre lo que si discurriré aquí es acerca de los videos y las fotos de las vacaciones del matrimonio Alperovich en los Emiratos Árabes Unidos que, en estos días, revolotean por todos los diarios del país. Confieso que más de una vez me sentí tentado a visitar esa parte del mundo, pero como el paraíso fiscal que escogí para resguardar mi dinero de las garras de un Estado despilfarrador no es el Seychelles por el que optan los kirchneristas entonces no he tenido aún la posibilidad de recorrer esos oasis de la península arábiga.

De cualquier modo, en caso de que viajase hasta la tierra de los petrodólares, procuraría yo pasear con ropa cómoda pero elegante, pues, como bien observa mi amiga Victoria Villarruel, gastar una pequeña fortuna en las vacaciones para salir vestidos en las fotos como si hubieran ido a hacer una incursión al Mercado Central deja en evidencia el bochornoso estatuto de nouveau riche y de avaro (que, por supuesto, es una marca personal de los Alperovich).

Los videos exhiben a una piara de empleados públicos entrando y saliendo de hoteles cuyas tarifas ningún empleado público podría afrontar si sólo viviera de lo que le da su salario. Por momentos se los ve a los ministros Osvaldo Jaldo y Jorge Gassenbauer embelesados por una impúdica odalisca que sacude el vientre frente a sus mandíbulas babeantes. Calculo que el Gobernador, en ese momento, se habrá lamentado de su publicitado accidente “en bicicleta” que sufrió hace unos años.

Algo que no se ve en imágenes pero que se comenta desde que los matrimonios más voraces de Tucumán retornaron a la Argentina, es que Alperovich encontró el cajero automático que en Dubai entrega no billetes sino piezas de oro. Semejante artefacto le causó una gran exaltación al Primer Mandatario provincial (similar a la que sentía Néstor Kirchner al ver una caja fuerte de más de un metro de altura). Se dice que el Gobernador estuvo a punto de hacer una extracción, pero al no poder hallar la misma cantidad de oro de imitación para cargar en la bolsa destinada a proteger el oro auténtico finalmente desistió.

La fiesta de derroche se visualiza ahora, a pocos días de las PASO, pero también en la fecha en que se cumple el centenario de la muerte del Gobernador Lucas Córdoba. Córdoba fue un gobernante excepcional de la provincia, que trabajó mucho para paliar las deficiencias en materia de distribución de agua y de calidad educativa (dos males que han retornado ahora en épocas de Alperovich). Su desapego por la acumulación de bienes fue proverbial. Juan B. Terán señaló que un ideal superior hizo germinar en él “la indiferencia, mezcla de piedad y de desdén, por las fortunas que perseguimos locamente los hombres; y no aspiró al poder por sensualidad, ni fue pobre por ineptitud, sino porque sólo un ideal humano o social, pero grande, le merecía la pena de obrar y de vivir”. Córdoba, claro, nunca viajó sobre el lomo de un camello.


César Thames

lunes, 29 de julio de 2013

Las dos caras del mismo monstruo

Estimado lector,

Probablemente usted ya esté tan hastiado de la propaganda electoral como lo estoy yo. Y si no lo está debería de estarlo, pues por más que uno se detenga a escuchar a los candidatos sabe de antemano que sólo se puede elegir entre los miembros de una legión de chupópteros. Entonces unos segundos de eslóganes, de proclamas o de exhortaciones, sumados a las espeluznantes imágenes de los rostros de los candidatos (que, en algunos casos, parecieran haber sido robadas de los archivos de la policía), generan un dolor similar a la angustia de saber que nuestro futuro es lamentablemente negro. 

La UCR tucumana abunda en materia de candidatos: presenta cinco listas. Dos de ellas son encabezadas por afiliados al centenario partido que juegan con más esperanzas que expectativas. Luego está la lista de Ariel García –un gordinflón que proviene del sur gaucho de Tucumán– al que lo acusan de estar financiándose la campaña con dinero que emana de San Martín y 9 de Julio, y la de Guido Pérez -heredero del ya fallecido Senador Nacional del mismo nombre- de quien señalan que tiene al sindicalista Roberto Palina como inconfeso jefe de campaña. José Cano es la esperanza blanca del ucerismo, sin embargo este dentista devenido Senador Nacional deja mucho que desear para todo aquel elector que no sienta afinidad con la boina blanca. Los aspectos más criticables de Cano son su entorno y sus alianzas. A los de su entorno le perdonaré los exabruptos por ahora pero no dejaré de señalar que entre sus aliados se cuenta, nada más y nada menos, que a Federico Masso, un puntero barrial que de contribuir activamente con Alperovich pasó –por errores de cálculo– a convertirse en un opositor y ahora especula políticamente más que lo haría un hebreo ante la posibilidad de ejecutar la usura. La alianza de Cano con tan nefasto personaje restó más de lo que sumó, puesto que terminó por alejar al PRO de la UCR. Así Alberto Colombres Garmendia, asqueado porque Cano escogió a Masso como acompañante, optó por reunir fondos y lanzarse como el candidato macrista de la provincia.

Otro ilustre apellido tucumano que figurará en las boletas durante el día de las elecciones es el de García Hamilton, ya que es Bernardo –aquel que fuese funcionario durante el gobierno de Ramón “Palito” Ortega y legislador provincial durante el gobierno de Antonio Domingo Bussi– quien se lanzó como candidato. Lo acompaña Esteban Jerez, el viejo Némesis del mirandismo ya extinto, y se autodeclara como embajador del NOA del ofídico Sergio Massa.  

También hay un coreano que tiene un discurso seductor pero un currículum tétrico, un hombre que representa a los progrecínicos socialistas, otro que hace lo mismo con los desviados democristianos, y hasta el no muy independiente hijo de un héroe del Operativo Independencia.

De la izquierda tucumana no me ocuparé en este texto, ya que prefiero dejarle a Dios la tarea de ajustar cuentas con esos insistentes herejes. Sin embargo acerca de quienes si escribiré es sobre el Frente para la Victoria, entidad teratológica cuyo enemigo –según su propio discurso– es “la Derecha”, por lo que se supone que se encuentra en la margen izquierda del espectro político.

El Frente para la Victoria de Tucumán postula como candidato a Diputado Nacional en primer término a Juan Manzur, un médico dueño de una impresionante fortuna que, por supuesto, nada tiene que ver con su juramento hipocrático. Manzur es poseedor de un harén de propiedades en todo el país a las que cuida y lo alimentan, después de que gracias a la magia de las estadísticas el índice de mortalidad infantil de Tucumán se redujera drásticamente, catapultándolo hasta el Ministerio de Salud de la Nación. En los afiches y los comerciales se lo ve a Juan Manzur junto a José Alperovich como a dos empresarios extranjeros, como si fueran dos diplomáticos irakíes auspiciados por el Banco Mundial para que sometan a su pueblo a los designios del imperialismo del dinero.

En realidad, lo sabemos todos, Manzur y Alperovich son dos gestores locales de ese cáncer nacional llamado “kirchnerismo”. Pero es totalmente falso que estos sujetos de la provincia sean empleados de Casa Rosada. Por el contrario, el alperovichismo no es un subordinado del kirchnerismo sino que es su socio perfecto, pues, en efecto, una y otra fuerza son exactamente lo mismo.

Eso de ser kirchnerista sin ser alperovichista o de ser alperovichista sin ser kirchnerista es una ficción que ni el mayor de los ilusos puede seguir creyendo aunque se esfuerce para ello. Junto a Alperovich está Sisto Terán –alguien que supo ser un golden boy de la UCeDé (igual que Amado Boudou)– pidiendo treinta años más del Reich del Jefe del Sanderín, y están también las sanguijuelas amantes de la marihuana y de la sodomía de La Cámpora dándole su apoyo públicamente.

El kirchnerismo y el alperovichismo van de la mano hasta para tropezar. Veamos lo más obvio.

Ricardo Jaime, un auténtico campeón de la corrupción, tiene el mérito de haber sido el artífice del tren que une San Miguel de Tucumán con Concepción, una obra que requirió de cantidades descomunales de dinero, pues no sólo tuvieron que construir el vehículo sino que tuvieron también que pintarlo con un líquido que lo hace invisible e inutilizable. Por este magnífico e incomprendido esfuerzo civilizatorio el antiguo funcionario del régimen debe ahora rendirle cuentas a la Justicia. ¿Algún tucumano habrá de acompañarlo? 

Por otra parte no nos olvidemos que el acuerdo que el gobierno impulsó con Irán para que la Causa Amia quedase en el limbo judicial contó con el apoyo crucial del clan Alperovich, ya que Benjamín Bromberg, Beatriz Mirkin y Beatriz Rojkés votaron a favor de aquello que las autoridades de la comunidad judía a la que pertenecen imploraban que se vote en contra. Ese episodio fue uno de los más peculiares del gobierno, pues se temió que el tratado con los iraníes desembocase en la legitimación de la hipótesis del autoatentado y el Estado de Israel tuviera que enemistarse con alguien que hasta ese momento había sido un socio ideal. Sin embargo el kirchnerismo sólo apoyó a los persas a cambio de unos cuantos galones de petróleo que evitasen una crisis energética en épocas electorales, y prometió dejar todo el asunto de la Amia en una nebulosa, “sin vencedores ni vencidos”, mientras sean gobierno.

Y más allá de esto, claro, está César Milani. Milani fue un guerrero contra la subversión que, cual Judas, traicionó a sus trofeos para terminar jurando “por el proyecto nacional y popular” del kirchnerismo al momento de asumir la jefatura del Ejército Argentino. Los esbirros de Cristina Kirchner pretenden purificar el pasado de Milani señalando que durante los años del Operativo Independencia el militar era apenas un joven. El escribano Juan Carlos Benedicto era un tanto más joven que él en la misma época, pero ello no impide que esté siendo sometido a una sesión de venganza en un juzgado.

El Senador Nacional Gerardo Morales presentó una denuncia para que se investigue la actuación de Milani durante los años en los que estuvo en Tucumán, pero el Fiscal Daniel Camuña pidió archivarla acusando al parlamentario de estar haciendo politiquería. El gobierno aplaudió la actitud de este Fiscal. Cabe recordar que el mismo gobierno defenestró a los jueces que emitieron un fallo justo en el Caso Marita Verón.  

Lo de Milani es tan inconcebiblemente hipócrita que hasta un mequetrefe como Gerónimo Vargas Aignasse –ahora que ya ha sido expulsado del kirchnerismo (por atentar contra Julio Grondona) y del alperovichismo (por andar repartiendo silbatos costosos)– se ha sentido autorizado para criticar la situación.

El kirchnerismo y el alperovichismo tienen el mismo fundamento: decir que son nacionales y pactar con multinacionales como Monsanto, declararse en contra del aborto y celebrar el atroz fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación sobre los abortos no punibles, sostener que quieren ver familias más unidas y apoyar a aberrosexuales y demás ralea, es decir uno y otro son igual de pérfidos.



César Thames

lunes, 22 de julio de 2013

Bol. Hugo Cabral contra la Hispanidad

Entre la fauna de “ilustrados” que trabajan como funcionarios en la provincia de Tucumán se destaca su Defensor del Pueblo, el arquitecto Hugo Cabral. Hugo Cabral lleva por primer nombre “Víctor” y por segundo apellido “Cherniak”, cosas que, tal vez por cuestiones estéticas, oculta.

Lo que no oculta son sus inclinaciones progresistas. Como buen progresista, Cabral ha utilizado su poder para apoyar a minorías como los aberrosexualistas, las feminazis y demás ralea, al mismo tiempo que ha procurado perjudicar a las mayorías (por ejemplo al ignorar los reclamos por los aumentos tarifarios abusivos de las empresas de servicios públicos o al mirar para otro lado ante las repetidas denuncias en contra de las fábricas que contaminan el medio ambiente).   

La última “cabraleada” es antológica: esta vez el arquitecto decidió confrontar a la mayoría más grande y silenciosa del continente, vale decir a la Hispanidad misma. Al parecer Cabral, con ese apellido tan ibérico aunque probablemente sefardí, es un acérrimo promotor del indigenismo. Es tan profundo su compromiso con los originarios que se rumorea que Bolivia, el narcoestado más exitoso del hemisferio austral y la meca de los indigenistas de la región, quiere nombrarlo “ciudadano honorario”, dándole el título de “Boliviano”, que bien puede este señor abreviar, para que al final quede vistosamente un “Bol. Hugo Cabral”, lo que, supongo, lo llenaría de orgullo.  

Pues bien, sucede que es tan desmedida la pasión por los indios de Bol. Hugo Cabral que no teme hacer el ridículo para que todo el mundo se entere de ello. Y la expresión “todo el mundo” no es una hipérbole: nada más y nada menos que el diario El País lo ha entrevistado, convirtiendo a la Defensoría del Pueblo de Tucumán en un hazmerreír internacional. Es que a Cabral se le ocurrió denunciar ante la Justicia Federal a un videojuego llamado “Conquistadores del Nuevo Mundo” por recrear “el genocidio perpetrado en América en el siglo XV [sic]”. En el artículo del diario español, el periodista que lo escribió se mofa de que a través del teléfono este personaje inverosímil de Bol. Hugo Cabral le dio un encendido discurso sobre colonialismo y vaya uno a saber que otro desvarío en lugar de simplemente comentarle qué es lo que sostiene.

Cabral habla sobre un efecto “pedagógico negativo” del videojuego, y al mismo tiempo sostiene que lo que lo indigna es que se explote un tema tan sensible como la Conquista de América para “promocionar un divertimento con fines comerciales”.

Sea como sea, los desarrolladores del videojuego contestaron señalando que su trabajo no reproduce la historia de la Conquista, sino que se constituye como un simulador históricamente inexacto que le permite al jugador experimentar una veintena de narrativas diferentes, en donde se puede ver el proceso de la españolización de México como un acontecimiento ultraviolento o ultrapacífico. Dicho de un modo más breve: los creadores de Conquistadores del Nuevo Mundo le sugirieron al honorable Bol. Hugo Cabral Cherniak que primero se informe sobre el videojuego y que sólo después emita sus opiniones.

Los nenes y las nenas

Estimado lector,

Este frío de julio me estimula a instalarme unos días en Tafí del Valle, entusiasmado con la idea de ver la hermosa alfombra blanca que forma la nieve en esta época del año. Lo que no me entusiasma, sin embargo, es la posibilidad de convertirme en víctima de la ola de asaltos que sufre la localidad. Es que en estos últimos meses la villa vacacional se ha vuelto más insegura que la villa 1-11-14. 

El peor de todos los episodios de violencia fue el que vivieron dos docenas de adolescentes que hacían una pijamada: completamente indefensas, tuvieron que tolerar la irrupción de un comando de encapuchados armados que terminó por despojarlas de muchas de sus pertenencias, encerrándolas después por varias horas en una habitación bajo la amenaza de ser violadas o asesinadas si se resistían al asalto. 

Que nuestras niñas no puedan disfrutar de una fiesta en una casa de familia en Tafí del Valle sin el temor de convertirse en víctimas de la delincuencia habla de lo pésima que es la gestión del Gobernador Alperovich.

Los que si pueden festejar sin temor, en cambio, son los llamados “hijos del poder”. Una manada de jóvenes acomodaticios, oportunistas y alérgicos al esfuerzo se expande con un hambre de saqueo peor que la de la banda de delincuentes que azota Tafí del Valle. Entre los mismos se encuentran Guillermo Gassenbauer, Marcelo Ditinis, Gabriel Alperovich y Oscar Bercovich, todos muchachotes que viven en un Bar Mitzvah permanente.  

También están las mujeres como Melina Morghenstein y Sara Alperovich. La primera, hija de un intendente, no aspira más que a embocar algún cargo un tanto más vistoso que el de rentista vitalicia de la Municipalidad de Las Talitas. La segunda, por el contrario, “va por todo”, igual que su madre. Es que Sara Alperovich es seria candidata a visitar los juzgados si la tiranía de su padre concluye; es por ello que desde Casa de Gobierno la están fabricando como si fuese la nueva Eva Perón. O se consigue fueros o, como su hermano, va a terminar exiliada en Israel para no pagar por los excesos de sus fiestas.

Otro espécimen juvenil que anda dando vueltas en Tucumán es Micaela Catalán, la hija de María de los Ángeles Verón, la nieta de Susana Trimarco. Esta pequeña es la mutación más espeluznante producida por el alperovichismo. Boca floja, irreverente, grosera, tosca, chabacana, la pequeña Micaela sólo tiene edad para conducir uno de esos criaderos de ventajeros conocidos popularmente como “centro de estudiantes”. Probablemente lo haga: ello demuestra que la movilidad social, en tiempos de los Kirchner, es posible incluso si no se ha nacido hebreo, ¿o de qué otra manera la hija de una mujer disoluta llegaría tan alto?



César Thames

miércoles, 10 de julio de 2013

Un día de cumbia

Estimado lector,

Después de una larga ausencia, me encuentro ya en Tucumán. Hace quince días, por motivos laborales, tuve que viajar a Buenos Aires para permanecer una semana allá, pero por motivos de salud tuve que quedarme en la Capital nacional por otros siete días más. No miento: la salud que tuve que resguardar fue mi salud mental, ya que, desde hace algunos años, en el noveno día del mes de julio la ciudad de San Miguel de Tucumán y Nueva Tierra de Promisión corre el riesgo de sufrir de un aluvión zoológico, por lo que conviene estar lo más lejos posible de sus calles para no padecer un soponcio.

Como descendiente del sacerdote José Ignacio Thames, se supone que yo debería ser un invitado a los actos oficiales para conmemorar la Declaración de Independencia de nuestra nación. Sin embargo ello no sucede. De todos modos, aún si me invitasen, me abstendría de ir, ya que encuentro ofensivo que a un acto solemnemente heroico lo conviertan en un espectáculo de escandalosa chabacanería.

Este año los diarios me confirman que todos mis prejuicios en torno al 9 de julio eran, en realidad, premoniciones. Sabía yo de antemano que Monseñor Alfredo Zecca, un vomitado por Dios, aún desde su tibieza iba a utilizar el púlpito catedralicio para hablar de la importancia de la división de poderes para que exista la República, de los males que genera la pobreza y de la necesidad del diálogo político para conseguir el consenso social. Zecca, para ajustar su discurso a su audiencia, bien podría haber hablado sobre el Infierno al que están condenados los que eligen el vicio en lugar de la virtud y los que niegan la regencia de Cristo para llevar a cabo la obra del Maligno, pero no se puede esperar demasiado de los clérigos del presente.   

Sin embargo la homilía de Monseñor Zecca fue un detalle insignificante de la fiesta patria de este año. En las calles aledañas a la Iglesia Catedral, la originiada, como yo ya lo había previsto, empujada por unos cuantos avivados copó los espacios para que los ciudadanos que tenían la intención de manifestarse ante las autoridades no pudieran hacerlo. Querían imponer el clima festivo, como si aquel cuyos derechos se ven vulnerados estuviese desautorizado de antemano de peticionar ante los funcionarios públicos en un día feriado. 

Lo que si me sorprendió fue lo que hizo la policía provincial: ésta –pese a que Cristina Kirchner ya había optado por no introducir su ofídico rostro en el templo católico– se negó a objetar la orden de “borrar” por unas horas a los que pretendían acercarse a la Plaza Independencia con el fin de informarle a la ausente Presidente sobre la atroz impunidad que gozan quienes les hicieron daño a sus familias, y terminaron manchando sus uniformes por hacer lo que un tirano les mandó que hagan. 

Así fue que Dardo Caeciccio, el padre una beba que el año pasado falleció debido a que el gobierno de Alperovich no quiso habilitarles el avión sanitario de la provincia, denunció que un grupo de oficiales lo interceptaron en una esquina y lo retuvieron en el interior de una patrulla por varias horas. Lo que se dice vulgarmente “un apriete”.

Alberto Lebbos, por su parte, no sólo no pudo pasar el cerco personal que le montó la policía, sino que además recibió un golpe de gas pimienta sobre sus ojos. Para colmo el padre de Paulina, la María Soledad Morales tucumana, fue denunciado por la propia policía de avanzar rodeado de una agrupación de ultraizquierda que iba munida de palos y piedras. Si los policías se referían a los fantoches del Partido Obrero, queda en evidencia que mienten: esa banda de trabajofóbicos está compuesta en Tucumán por gente que si agarra algo parecido a una pala entran en coma, por lo que es obvio que jamás llevarían un pedazo de madera entre sus manos.  

En el Hipódromo se desarrolló el resto de la afrenta en contra de los Padres Fundadores de la patria. Allí los neoimberbes de La Cámpora, La Alperovich y otras pymes similares degustaron carnes asadas, consumieron bebidas espirituosas y fumaron cannabis paraguayo, mientras repartían gorras y remeras a los originarios que los viejos punteros del Partido Justicialista habían acarreado desde los arrabales cercanos y no tan cercanos. Fue una verdadera guerra de obsecuencia que, gracias a la importante suma de dinero público dilapidada, enfrentó abiertamente a Domingo Amaya, Osvaldo Jaldo, los intendentes del interior provincial y los clanes hebreos que pretenden apropiarse para su beneficio personal de la estructura partidaria que más elecciones ha ganado en los últimos tiempos. La gente del matón y empresario bonaerense Luís D’Elía se ubicó con una caterva de negros (y me refiero a auténticos africanos) justo detrás de Sara Alperovich, la dentista devenida piquetera que pretende, supongo, conseguirse fueros en 2015 para no terminar como millones de argentinos esperamos que terminen los de su familia.

El discurso de Cristina Kirchner merece un extenso comentario que me niego rotundamente a realizar por el bien de mi mente. Destacaré, eso si, lo que ya sabía que iba a mencionar: esta vez la señora no dijo que ella siempre fantaseó con ser una “arquitecta egipcia”, o sea no dio a entender que tiene vínculos con la masonería, pero si habló del Nuevo Orden Mundial en el cual Argentina, al parecer, tiene un lugar asegurado como satélite de China. Más allá de eso, Cristina Kirchner, como bien lo anticipé, también elogió la presencia de Susana Trimarco, cuya hija desaparecida, según se deduce de la actitud del gobierno, tiene más valor que la hija asesinada de Alberto Lebbos.   

Para concluir este texto me quedo con el escalofriante recuerdo de la Desquiciada intentando bailar cual cumbia nada más y nada menos que al mismísimo Himno Nacional ante la mirada incómoda de quienes estaban a su lado, que no sabían si prestarse al ridículo o huir hacia alguna madriguera para refugiarse. Una perfecta metáfora de la situación actual.  


César Thames

martes, 25 de junio de 2013

¿Fue Paulina Lebbos víctima de un asesinato ritual?

Hace unos años conocí al Padre B., uno de los sacerdotes católicos más sabios del Tucumán. Este buen hombre es un profundo conocedor de la filosofía, la historia, la literatura, la geografía y muchas otras ciencias más. Sin embargo, lo que lo destaca al Padre B. son sus estudios sobre esoterismo, particularmente sobre las prácticas y los discursos esotéricos que circulan en Argentina.

Recientemente lo visité en la parroquia donde trabaja y, en medio de una charla muy larga, surgió el nombre de Paulina Lebbos, la pobre mujer que apareció muerta en 2006.

– ¿Usted cree que Paulina Lebbos murió como víctima de un asesinato ritual?

– Si, ciertamente. Es lo que más me cierra. Recuerde que en aquel entonces se corrió el rumor de que la joven había ido a una casa de veraneo y allí, borracha o drogada, se subió a bailar sobre unas mesas, se cayó de espaldas y se desnucó. Aquella fue la única versión que de alguna manera trataba de explicar lo sucedido. Pero a mi me suena inverosímil.

– ¿Por qué?

– Porque si la chica se accidentó bien pudieron haberla socorrido. Dicen que estaba tirada, y que la pusieron sobre un sofá creyendo que estaba dormida, y que recién al día siguiente notaron que estaba muerta. Por ello no habrían podido darle asistencia médica. De todos modos aún así podrían haber contado lo que sucedió, evitando el problema. Obviamente iban a quedar mal parados todos los asistentes a la fiesta, pero de esa manera se desligaban de toda responsabilidad penal. Paulina Lebbos era una mujer de 23 años, que bien podía elegir entre consumir o no consumir estupefacientes, y que bien podía optar por correr el riesgo de subirse a una mesa a bailar o no hacerlo. Si se murió así como se rumoreaba, bastaba contar la historia y nadie iba a ir preso, iban a quedar mal ante la opinión pública los Alperovich por sus orgías, pero nadie podría acusarlos de homicidas. Por eso intuyo que pasó algo diferente, que no se trató de un accidente.

– Si no fue accidental, ¿entonces hubo intención de asesinarla?

– Yo sospecho que si. Es más, sospecho que se trató de un asesinato ritual judío o judeidoide.

– ¿Por qué judío o judeidoide?

– Por dos cosas: los protagonistas y las fechas. Entre los protagonistas se habla, en el contexto de este caso, de la presencia determinante de un hijo de un funcionario del gobierno de Tucumán, que no sería otro más que el hijo del Gobernador. Además se lo ha señalado al hijo del gendarme Juan Alberto Kaleniuk como otro de los testigos del “accidente”. Ambos hebreos.

– Pero que ambos sean hebreos no se vincula necesariamente al hecho de que sean asesinos, y menos aún de que todo haya sido un asesinato ritual judío.

– Si, ya sé. Destaco que ambos muchachos son judíos porque, según lo que vengo estudiando desde hace tiempo, el clan Alperovich cultiva un culto esotérico bastante extraño, de características sincréticas, en donde se mezclan diversas mitologías pero siempre desde una sólida base judía. 

– ¿Y según usted el joven Alperovich y el joven Kaleniuk profesarían ese culto?

– Probablemente. Tengo más dudas sobre el hijo de Kaleniuk que sobre el hijo de Alperovich, pero hay muchas posibilidades de que el segundo haya intentado adoctrinar al primero.

– Explique el tema de las fechas.

– Bien, yo creo que ahí está la evidencia que falta sobre el asesinato ritual. Repasemos: Paulina Lebbos desaparece el viernes 24 de febrero de 2006 y reaparece asesinada a la tarde del sábado 11 de marzo del mismo año. ¿Me sigue?

– Si, hubo dos semanas entre un evento y el otro.

– Exactamente. El 24 de febrero la gente del clan Alperovich festejaba el triunfo en las elecciones de la reforma de la Constitución Provincial. Las elecciones tuvieron lugar el 19 de febrero y, una semana después, los Alperovich se sentían dueños definitivos de Tucumán. Así que para festejar bien pudieron haber elegido a una mujer para sacrificar.

– Se lo señalo de nuevo: no hay conexión necesaria de ello con el judaísmo de los protagonistas.

– Usted no está tomando en cuenta la fecha de reaparición: 11 de marzo, durante el sabbat, a unas horas de la víspera del Purim. 

– ¿Purim?

– Si, Purim. Es una festividad judía en la que los hebreos celebran que una prostituta llamada “Ester” los salvó del exterminio al que Amán el Agatita, un visir del Emperador Asuero, los había destinado. La fiesta es un desmadre total, peor que nuestros carnavales. El Purim es como una fiesta del orgullo judío, donde ellos experimentan sin tapujos el sentimiento de juzgarse superiores por haber sido elegidos por Dios. Todos los pecados que cometen en esos dos días de Purim (lujuria, gula, soberbia, etc) no son computados, pues ellos creen gozar de absoluta inmunidad. Razonan: “si fuimos tan astutos para enviar a una de las nuestras a que seduzca a un Emperador y nos salvamos de la tragedia sin la ayuda de Yavé, entonces somos invencibles, Yavé nos debe dos días anuales de licencia para festejar nuestra picardía sin su presencia”.

– ¿Entonces el crimen de Paulina Lebbos fue parte del Purim de 2006?

– Me temo que todo indica que si. Esa demora en la reaparición del cuerpo probablemente se debió a que a la muchacha la mantuvieron en cautiverio, preparándola a través de torturas para su sacrificio. Recuerde que, según el informe de la morgue, estaba estrangulada y con el cuerpo magullado, incluso le habían cortado el pelo. Normalmente los asesinatos rituales del Purim más documentados nos hablan de niños no judíos, de criaturas humanas puras, como víctimas predilectas. Pero en este caso no buscaron a un niño sino a Paulina, a quien la “purificaron” para asesinarla.  

– ¿Y ante quien la sacrificaron? ¿Ante una deidad como Moloch?

– No, no. La asesinaron por asesinarla, sin deidades de por medio. Así es el espíritu del Purim. La mataron porque, embriagados de poder, se creyeron que podían hacerlo, seguramente para experimentar la sensación de matar a una persona. Se lo repito: el Purim gira en torno al creerse superior a los demás, ¿y quien es más superior que aquel que viola las leyes y resulta impune? 

sábado, 15 de junio de 2013

El precio de decir la verdad

Estimado lector,

Escribo estas líneas pasmado ante el nuevo intento del clan Alperovich de instaurar la impunidad como ley en nuestro Tucumán (seguramente no hace falta que aclare que me refiero al insólito juicio por injurias que Beatriz Rojkés está llevando a cabo en estos días en contra de una ciudadana indignada que, en un café en Yerba Buena, le dijo que era “una ladrona”). El problema, esta vez, no es que intentan amordazar a políticos, jueces o periodistas, sino que a quien apuntan es al hombre de a pie, al vecino que lee los diarios, al coterráneo que necesita munirse de una cacerola para recordarle a las autoridades que es él quien ejerce la soberanía en el país.

Aparentemente los circunstanciales gobernantes de Tucumán pretenden atemorizar a aquellos que ejercen la parresía. Y lo peor de todo es que no tienen miedo al ridículo: al pedir un cuarto de millón de pesos como resarcimiento, Beatriz Rojkés le está poniendo precio a su honor, que es más o menos lo mismo que ponerse precio a uno mismo, como hacen los sicarios y las prostitutas. El honor no tiene precio, por lo que lo que le correspondía pedir a la esposa del aspirante a Zar es una disculpa pública. Sin embargo, con obscena altanería, la impresentable “Betty” busca la humillación de una mujer a través de la más patética venganza.

Los Alperovich son tan usurócratas que suponen que dándole un golpe ejemplar al bolsillo de una tucumana nadie más se atreverá a enfrentarlos. Ello explica perfectamente por qué la Senadora “de los humildes” el año pasado trató tan horrendamente de “borrachos” a los familiares de una nena que fue ultrajada y asesinada: una persona sin dinero –según su visión retorcida de la vida– es lo más detestable y repugnante que puede existir, no tiene derechos, ni dignidad, ni voz. Pero, claro, para ellos si tiene voto, un voto al que, por supuesto, se lo puede comprar. 


César Thames