Entre abril y julio de este año
hubo una ola de robos a viviendas en la pacífica localidad de Tafí del Valle.
Ello generó verdadero pánico tanto entre la gente que habita en esa ciudad como
en aquellos que poseen casas de veraneo. Lo curioso del caso fue que, a
principios de agosto, a una parte del botín la hallaron enterrada.
El Padre B., uno de los hombres
más sabios que he conocido en toda mi vida, tiene una interesante hipótesis
acerca del asunto.
– ¿Para usted los robos en Tafí
del Valle ocultan algo?
– Tal cual. Yo sospecho que es
algo esotérico. Para mi a esos robos los perpetraron para poder llevar a cabo
un ritual.
– ¿Por qué sostiene eso?
– Por la situación en si. Fíjese:
durante varios meses un grupo de delincuentes se dedicó a robar casas en Tafí
del Valle; en la volteada cayó todo el mundo, incluso gente del gobierno (la
prensa contó que uno de los robados fue el Senador Sergio Mansilla); un tiempo
después encuentran que buena parte del botín estaba enterrado. ¿Los ladrones
robaron para ocultar lo sustraído? No tiene mucho sentido.
– Quizás estaban acopiando el
botín para sacarlo de la ciudad a medida que iban consiguiendo compradores,
quizás el pozo era un aguantadero.
– Recuerde que en esa zona es
normal que nieve, ¿aún así usted dejaría electrodomésticos y otros objetos
sensibles en medio del frío taficeño? Se le filtra el agua y le inutiliza todo.
Entonces o eran los ladrones más estúpidos del mundo, o enterraron lo robado
por otro motivo.
– ¿Y cual es ese motivo? ¿El ritual que usted dice? ¿Qué
tipo de ritual?
– Yo creo que se trata de un
ritual vinculado a la creencia pagana de la Pachamama. El primer día de
agosto, la gente que vive en la zona de los Andes que pertenecían al imperio de
los Incas tiene la costumbre de hacer algo llamado “la corpachada”, que
consiste en arrojar dentro de un pozo diversas cosas a manera de ofrenda a la
“Madre Tierra”. Principalmente se arrojan alimentos, pero se puede arrojar
cualquier cosa: joyas, indumentaria, utensilios, armas, incluso personas en
sacrificio, cualquier cosa sirve y, por supuesto, tienen diversos significados.
– ¿Entonces los ladrones de Tafí
del Valle serían una banda de “pachamamistas” que estaban cumpliendo con algún
tipo de ritual religioso?
– No creo que sea exactamente
así. La policía capturó a ocho personajes: siete ladronzuelos que viven en esa
localidad, y un bandido de larga trayectoria proveniente de Alderetes. Los
taficeños apresados confesaron que había más gente involucrada en el asunto
(recuérdese que en algunos casos se identificaron entre los malvivientes a
hombres que tenían un excelente manejo de armas largas y una gran capacidad
para dar órdenes y controlar situaciones), pero el sujeto de Alderetes, el más
prontuariado de todos, mantiene un silencio absoluto hasta el día de hoy.
– ¿Esa otra gente involucrada
serían los autores intelectuales de los robos?
– Sí, es lo que pienso: un grupo
de gente poderosa, es decir un clan que controla la provincia, le pagó a
alguien para que arme una banda de ladrones que tome pertenencias de gente que
le es hostil o que no le es ciento por ciento leal (no al punto de poder
mostrarle abiertamente sus extrañas creencias) y las ofrende a la Pachamama. Es un ritual típico
para, supuestamente, “acrecentar el poder” con el apoyo de la diosa madre, porque
no nos olvidemos que la policía dijo que entre los televisores, las radios y la
ropa habían alimentos arrojados en el suelo. No me extraña que esta gente, y
usted sabe bien de quienes hablo, haga este tipo de cosas. Ellos creen en ese
tipo de superstición, y para alguien así siempre les conviene contar con la protección
extra a no hacerlo, sobre todo si se está caminando sobre la cuerda floja como
ellos.